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viernes, 29 de mayo de 2015

Mi hijo, mi obsesión

Recientemente participé en la administración de una prueba vocacional a estudiantes que ingresarán a la universidad, una experiencia que me ha llevado a reflexionar sin descanso sobre la sobreprotección y sus terribles efectos en el específico caso de los jóvenes con discapacidad.
Si proteger implica resguardar a alguien ante un eventual peligro o problema, sobreproteger en cambio pasa los límites de lo razonable y hasta puede llegar a convertirse en una obsesión. Todos somos susceptibles de sobreproteger o de ser sobreprotegidos, pues es un asunto que va más allá de la relación entre padres e hijos, pero… ¿hasta qué punto esa idea fija en la mente por el bienestar de ese ser querido será garantía de su seguridad o éxito?


 

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