Este no es un texto
como otros. Intenté muchos inicios, pero ninguno me convenció. Más adelante
entenderán el porqué de mis dudas. Por ahora, prefiero escribir en estricto orden
cronológico lo sucedido, lo hago casi que a manera de ejercicio mental, quizás
después logre concretar alguna solución al problema.
El 10 de
diciembre, me tocó buscar en el Instituto Venezolano
de los Seguros Sociales (IVSS) el medicamento para mi mamá, quien fue
diagnosticada de Esclerosis Múltiple en el año 2006. Es justo aclarar que desde
el 2006 hasta noviembre de 2015 recibí el tratamiento sin falta y sin problemas.
La historia
cambió ese jueves, un 10 de diciembre que no olvidaré. Como cada mes hice mi
fila en la Farmacia
de Alto Costo ubicada en el hospital Adolfo Pons de Maracaibo. Cuando
llegué a la “primera alcabala” me preguntaron por qué no fue mi mamá, a lo que
respondí que ella está en cama y que durante todo este tiempo yo he sido la
única autorizada para buscar la medicina. La funcionaria insistió en que mi
mamá debe ir, porque las cosas “cambiaron”. Inmediatamente pregunté por alguna alternativa,
puesto que los traslados suelen implicar gran logística e incomodidad para mi
mamá, mucho sufrimiento para hacerlo mensualmente. Ella me dijo que podía
llevar una fe de vida y un informe médico detallado, pero que no estaba segura
que sería autorizada. Después de un intercambio de palabras poco cordiales,
recibí el papel o por así decirlo el salvoconducto que me llevaría a la
siguiente estación.