La magia del fútbol es capaz de contagiar a todos sin
diferencias; no hace falta ver ni tampoco escuchar por
una sencilla razón: el fútbol se siente. Quienes desde siempre amamos este
deporte –no por modas o campañas de mercadeo– sentimos cómo la magia se apodera
de nuestro cuerpo por 90, 120 minutos, o mucho más, si en instancias decisivas
debemos sufrir una tanda de penaltis. Cada gol y cada oportunidad que se esfuman
son logros e impotencias que se viven en carne propia y dejan huellas. Es por
ello que junio y julio de 2015 traen altas dosis de pasión. Cerrado el telón de
la Champions llegó el momento de la
principal competencia de fútbol entre selecciones de América del Sur: la Copa
América.
Foto: LA NACIÓN / Mauro Alfieri